miércoles, 15 de abril de 2009

Enseñar con la vida

Cuentan que, en cierta ocasión, San Francisco de Asís invitó a un fraile joven a que le acompañara a la ciudad, para predicar. Se pusieron en camino y estuvieron por un buen rato recorriendo las calles de la ciudad, saludando con cariño a las personas que encontraban. De vez en cuando, se detenían para acariciar a un niño, consolar un anciano, ayudar a una señora que volvía del mercado cargada de bolsas.


Al cabo de un par de horas, Francisco le dijo al compañero que ya era hora de regresar al convento.
-¿Pero no vinimos a predicar? –preguntó el fraile con extrañeza.
Francisco le respondió con una sonrisa muy dulce:
-Lo hemos estado haciendo desde que salimos. ¿Acaso no viste cómo la gente observaba nuestra alegría y se sentía consolada con nuestros saludos y sonrisas?


PARA REFLEXIONAR:
  • ¿Eres de los que hablan mucho... y luego hacen poco o nada?
  • ¿Vas a lo tuyo normalmente o te paras a mirar a tu alrededor?
  • ¿Piensas que tú no puedes hacer nada por los demás?

domingo, 12 de abril de 2009

sábado, 21 de marzo de 2009

El Barbero


Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recortarse la barba, como es costumbre en estos casos entabló una amena conversación con la persona que le atendía.

Hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas. De pronto tocaron el tema de Dios, el barbero dijo:

-Fíjese, caballero, que yo no creo que Dios exista, como usted dice...
-¿Pero?, ¿por qué dice usted eso? - preguntó el cliente.
-Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. Dígame, ¿acaso si Dios existiera, habrían tantos enfermos, habría niños abandonados? Si Dios existiera no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad, yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.

El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Recién abandonaba la barbería vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo, al parecer hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado. Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero:

-¿Sabe una cosa? los barberos no existen,
-¿Cómo que no existen? - preguntó el barbero- si aquí estoy yo y soy barbero.
-¡No! - dijo el cliente - no existen, porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.
-¡Ah! los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí!
-¡Exacto!
- dijo el cliente - ese es el punto, Dios sí existe lo que pasa es que las personas no van hacia Él y no le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria en el mundo.


PARA PENSAR:

- ¿Soy de los que piensan que Dios tiene la culpa de las cosas malas que ocurren en nuestro mundo?
- ¿Quién es responsable de que todo eso ocurra?
- ¿Qué me hace pensar en mi vida que Dios existe o no existe?
- ¿Tú eres de los que se acercan a Él? ¿Por qué?

miércoles, 4 de marzo de 2009

En el andén de la vida

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario.
Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente. La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta.


"- No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.
"¡Gracias!" - dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
"De nada" - contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida...
La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó:"¡Qué insolente, qué mal educado, qué será de nuestro mundo!".
Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas intacto.


* PARA PENSAR:

Cuántas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones. Cuántas veces la desconfianza hace que juzguemos injustamente a personas y situaciones, y sin tener un por qué, las encasillamos en ideas preconcebidas, muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta. Así por no utilizar nuestra capacidad de autocrítica y de observación, perdemos la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones, haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupación. Nos inquietamos por acontecimientos que no son reales, que quizás nunca lleguemos a contemplar, y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurrirán.
Dice un viejo proverbio... "Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente, pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera".
  • ¿Cómo trato a los demás? ¿Soy de los que juzgan fácilmente?
  • ¿Puedo o debo ser solidario/a con gente a la que no aprecio?
  • ¿Soy consciente de que también gano cuando comparto?

miércoles, 28 de enero de 2009

Encuentro de profundización - 4ºESO


La jornada de convivencias fue muy entretenida.

Hizo que nos paráramos a pensar en lo que realmente somos y queremos y también para relacionarnos con nuestras compañeras.
Creemos que las actividades estuvieron muy acertadas ya que en esta edad todo nos da igual e hicieron captar nuestra atención.

También creemos que estuvo muy bien repartido el tiempo, y los ratos libres estuvieron muy bien.
También nos gustaría repetirlo otra vez, porque sales de la rutina y es algo que nos ha ayudado para pararnos a pensar, ya que no solemos hacerlo.

Si hubiese otras convivencias nos gustaría que se trataran otras de las cosas que nos afectan a los adolescentes y que nos preocupan.
Nos lo pasamos muy muy bien, ya que dentro de la seriedad que teníamos que tener, hicieron las cosas muy amenas.

Y que para otro año queremos otra!! =)

Dos alumnas de 4ºESO que participaron en la convivencia

Celebra la vida

La esperanza de un sueño

Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba una tortuga.
-¿Hacia donde te diriges?, le pregunto.
Sin dejar de caminar, la oruga contestó:
-Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.
Sorprendido, la tortuga dijo mientras su amigo se alejaba:
-¡Debes estar loco!, ¿Como podrás llegar hasta aquel lugar?
- ¡Tú, una simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escucho.
Sus diminutos pies no dejaron de moverse. De pronto se oyó la voz de un escarabajo:
-¿Hacia donde te diriges con tanto empeño?-.
Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante:
-Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplare todo nuestro mundo.
El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo:
-Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa.
El se quedo en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros. Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir.
-¡No lo lograras jamás! -le dijeron-, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar.
-Estaré mejor, fue lo último que dijo. Y murió.
Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.
Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos.
-Aquella dureza comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta.
Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa.
No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.
Todos se habían equivocado.
Dios nos ha creado para realizar un sueño, vivamos por él, intentemos alcanzarlo, pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta que no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y con la gracia de Dios, lo lograremos.


· PARA PENSAR:

- ¿Soy de los que se hacen propósitos y proyectos? ¿Los cumplo luego?
- ¿Entra Dios de alguna manera en esos proyectos?
- ¿Voy en camino de mejorar y de crecer o estoy estancado/a?
- ¿Cuáles son mis sueños de futuro?